Participar de las conferencias del IFE 2025, organizadas por el Tecnológico de Monterrey, fue una experiencia movilizadora. No solo por la calidad de las ponencias o por la posibilidad de intercambiar con colegas de distintos países y disciplinas, sino porque allí se hizo evidente, con fuerza, algo que muchas veces intuimos pero no terminamos de asumir en nuestras prácticas cotidianas: la inteligencia artificial ya no es el futuro de la educación superior. Es el presente. Y nuestra responsabilidad es formarnos —y formar— para habitar ese presente con ética, con conciencia y con profundidad.
En los pasillos del encuentro, en los debates y en los espacios de intercambio informal, apareció una y otra vez la misma pregunta: ¿cómo acompañar desde la universidad la incorporación de la IA sin vaciar el sentido de lo educativo? ¿Cómo enseñar a usarla sin banalizar el acto de pensar?
Me llevé de ese encuentro una certeza: la inteligencia artificial debe formar parte de la enseñanza universitaria de forma transversal, y no solo como contenido técnico. Y si hay un momento especialmente fértil para su integración, es el tramo final de las carreras, cuando los y las estudiantes se enfrentan al desafío de producir conocimiento propio en el marco de sus trabajos finales. No es lo mismo prohibir que enseñar a usar críticamente. No es lo mismo delegar que apropiarse. No es lo mismo reproducir que transformar.
La dimensión ética de este proceso no se reduce a “evitar el plagio”. Tiene que ver con cómo construimos conocimiento, cómo nos posicionamos frente a los datos, qué decisiones tomamos al escribir, al citar, al organizar una idea. Toda herramienta tecnológica tiene ideología, diseño, sesgo. Educar en IA es también enseñar a hacer preguntas sobre esos sesgos, a reconocer las condiciones de posibilidad de lo que se produce. Es, en definitiva, formar sujetos que no se limiten a usar tecnología, sino que aprendan a habitarla.
Esto no significa desconocer su potencia. La IA puede ser una aliada valiosa para mejorar la experiencia formativa, especialmente en los trabajos finales de carrera. Bien empleada, puede optimizar tiempos, mejorar la organización, potenciar la expresión escrita y expandir la mirada. Pero esto solo tiene sentido si se hace desde un posicionamiento ético, crítico y situado.
Algunas consideraciones sobre los posibles usos de la IA en los trabajos finales: entre lo técnico y lo reflexivo. Le pedí precisamente al Chat Gpt que colaborará en los usos y realizó los siguiente:
Exploración temática inicial: la IA puede colaborar en la ampliación del campo problemático, sugerir líneas de indagación relacionadas y ayudar a formular preguntas iniciales.
Búsqueda orientada de fuentes: puede organizar palabras clave, sintetizar contenidos y acercar autores relevantes para orientar búsquedas posteriores en bases académicas formales.
Organización del marco teórico: al sugerir clasificaciones, relaciones entre conceptos o lógicas posibles de exposición, la IA puede ser un apoyo para pensar la estructura conceptual del trabajo.
Revisión preliminar de estilo y redacción: permite detectar errores, ambigüedades o frases redundantes, ayudando a mejorar la claridad del texto sin perder la autoría.
Simulación de lectores críticos: permite anticipar preguntas, identificar vacíos argumentativos o inconsistencias, funcionando como ensayo de defensa del trabajo.
Generación de esquemas y visualizaciones: útil para organizar ideas, procesos o relaciones entre variables de forma gráfica.
Traducciones técnicas o apoyo multilingüe: al trabajar con bibliografía en otros idiomas, la IA puede facilitar comprensiones iniciales, sin sustituir el análisis crítico.
Sin embargo no consideraba la asistencia en el uso de las normas Apa que ocasionan retrasos en la finalización de varios trabajos académicos. Por lo tanto, le solicité que trabajara en el tema. Y esto surgió.
Asistencia con normas APA: entre la automatización y el aprendizaje
Uno de los aspectos donde la IA puede brindar apoyo concreto es en la aplicación de normas de citación y referencias, como las del estilo APA. La correcta utilización de estas normas requiere atención al detalle, comprensión de tipos de fuentes, y precisión formal. En este punto, la IA puede colaborar mediante:
- • Detección de errores de formato en citas y referencias.
- • Conversión de otros estilos (MLA, Chicago) al formato APA.
- • Organización alfabética automática de bibliografías.
- • Asistencia en la redacción adecuada de citas textuales o parafraseadas.
Estas funciones permiten aliviar parte de la carga mecánica, permitiendo a los y las estudiantes concentrarse en el contenido. Sin embargo, automatizar no debe implicar desconocer: es necesario enseñar el sentido de esas normas, su función en la construcción del conocimiento científico y su aporte a la ética de la producción académica.
Educar en libertad, investigar con conciencia
Volví del IFE con la convicción de que formar en IA no es una opción, es una responsabilidad. Y que esa formación debe estar anclada en un proyecto ético, en el que el conocimiento no se mida solo por su eficiencia o su rendimiento, sino por su capacidad de transformar la realidad, de interrogarla, de producir sentido. Porque educar en el uso de la IA es, también, educar en libertad.