En tiempos en que las formas de dominación se transforman y las amenazas al Estado de Derecho adoptan rostros menos visibles, los espacios de reflexión sobre derechos humanos adquieren una importancia renovada. Con esa premisa se desarrolló en la sede Mar de Ajó una jornada dedicada a repensar los derechos humanos en la época actual, organizada por el Instituto de Estudios en Derechos Humanos.
La actividad se realizó con modalidad híbrida, lo que permitió la participación de docentes, estudiantes, familiares de víctimas y referentes de organismos, generando un intercambio plural que combinó voces académicas, testimonios y experiencias personales.
Reflexiones sobre los derechos humanos en la época actual
“Las estrategias de dominación ya no siempre se manifiestan bajo regímenes dictatoriales, pero sí vemos cómo se produce una erosión del Estado de Derecho”, expresó Ana María Careaga, directora del Instituto. Sus palabras resumen el tono de una jornada que buscó vincular la reflexión teórica con la realidad contemporánea, en un contexto global signado por discursos de odio, violencia simbólica y retrocesos institucionales.
La segunda mesa de la jornada reunió a Claudia Rocca, presidenta de la Rama Argentina de la Asociación Americana de Juristas, y a Susana Kaiser, profesora emérita de la Universidad de San Francisco, quienes compartieron un análisis crítico sobre las nuevas formas de vulneración de derechos. Desde distintas perspectivas, ambas coincidieron en la necesidad de releer las prácticas sociales y políticas actuales a la luz del derecho internacional y de la memoria histórica de América Latina.
Kaiser, conectada desde California, repasó los vínculos entre medios de comunicación, representación y memoria. Su intervención invitó a pensar el papel del periodismo y de las narrativas mediáticas en la construcción del sentido común sobre la violencia estatal y las injusticias sociales. Rocca, por su parte, puso el foco en los desafíos jurídicos y éticos que enfrentan las democracias contemporáneas ante la expansión de la desigualdad, la criminalización de la protesta y la persistencia de la impunidad.
En este sentido, Careaga destacó que estos debates “no son parte del pasado, sino del presente. La defensa de los derechos humanos no se agota en los juicios o en la reparación de las víctimas, sino que debe pensarse de modo transversal a todas las profesiones y a la vida cotidiana”.
Psicoanálisis y derechos humanos: el odio como pasión oscura
El encuentro también incluyó una mesa de diálogo titulada “Psicoanálisis y Derechos Humanos: el odio como pasión oscura”, coordinada por el decano de la Facultad de Psicología, Javier Vicente Manavella e integrada por los docentes Nicolás Dedovich y María Eugenia Crivelli.
La propuesta abordó el modo en que las pasiones y las emociones colectivas operan como fuerzas sociales, políticas y culturales. A partir del psicoanálisis, se debatió cómo el odio, la intolerancia y la indiferencia funcionan como dispositivos de poder y exclusión, especialmente en contextos de crisis.
El análisis propuso vincular los procesos subjetivos con los procesos históricos, comprendiendo que la violencia no sólo se ejerce desde las instituciones sino también desde los discursos y prácticas cotidianas. Esta mirada interdisciplinaria permitió ampliar el campo de discusión sobre los derechos humanos, incorporando una dimensión ética que trasciende el marco jurídico.
El testimonio como memoria viva
El cierre de la jornada estuvo a cargo de Sergio Maldonado, quien presentó su libro Olvidar es imposible. Santiago, mi hermano. En una conversación profunda, compartió la historia de su hermano desaparecido y hallado sin vida en 2017 y el recorrido de su familia en la búsqueda de verdad y justicia.
“Este libro cuenta una historia de injusticia, pero también de resistencia”, señaló Careaga. Subrayó la relevancia de dar lugar a estos testimonios “porque las historias personales permiten humanizar las violaciones a los derechos humanos, comprender su impacto en la vida familiar y social y mantener viva la memoria colectiva”.
Maldonado relató las dificultades que enfrentó su familia: la estigmatización mediática, la falta de respuesta judicial y la soledad que acompañó la búsqueda de justicia. Su testimonio, atravesado por la sensibilidad y la dignidad, resonó con fuerza en un auditorio atento y conmovido.
Para Careaga, ese relato “revela las formas en que los poderes judicial y mediático pueden actuar en complicidad, generando nuevas modalidades de violencia institucional que afectan a las víctimas y a la sociedad en su conjunto”.
La conversación no sólo evocó la memoria de Santiago, sino que se inscribió en una larga tradición de lucha y resistencia de los organismos de derechos humanos argentinos, recordando que la democracia requiere una vigilancia permanente para garantizar la verdad y la justicia.
La formación universitaria como espacio de compromiso
A lo largo del encuentro, se destacó la participación activa de docentes, estudiantes y organismos de derechos humanos, tanto de manera presencial como virtual. Para Careaga, este involucramiento “refleja una convicción institucional: la formación en derechos humanos atraviesa todas las carreras y constituye un eje fundamental de la vida universitaria”.
Esa transversalidad se traduce en acciones concretas de enseñanza, investigación y extensión, que promueven una comprensión crítica del pasado y un compromiso ético con el presente. En palabras de Careaga, “formar profesionales con conciencia de los derechos humanos significa también formar ciudadanos capaces de intervenir, pensar y transformar su entorno”.
La jornada fue, en ese sentido, una oportunidad para reafirmar que la educación superior tiene un papel indelegable en la construcción de una cultura democrática basada en el respeto, la justicia y la igualdad.
“Seguir construyendo la defensa de los derechos humanos implica sostener la memoria, la verdad y la justicia como valores irrenunciables”, concluyó Careaga. Su voz, atravesada por la experiencia y la coherencia de una vida dedicada a esta causa, sintetizó el espíritu de la jornada: la necesidad de pensar, sentir y actuar desde una ética del cuidado y la solidaridad.
Los derechos humanos como horizonte común
Las universidades tienen un papel esencial en la formación de ciudadanos críticos y en la consolidación de sociedades democráticas. Cada espacio de debate, cada aula que se abre al intercambio y a la memoria, contribuye a esa tarea colectiva de mantener vivos los principios que garantizan la dignidad humana.
Este tipo de jornadas reafirman que la defensa de los derechos humanos no pertenece únicamente al ámbito jurídico ni a un tiempo histórico determinado: es una práctica cotidiana, un compromiso compartido y un horizonte ético que orienta la construcción del futuro.

