Así lo expresó el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel durante el cierre de las 8vas Jornadas Anuales de Investigación de la Atlántida.
Con gran cantidad de asistentes se realizó ayer la Conferencia Magistral de Adolfo Pérez Esquivel: “Consecuencias del Terrorismo de Estado y luchas de los Pueblos” dando cierre a las 8vas Jornadas Anuales de Investigación. Una charla en donde el Premio Nobel de la Paz realizó un interesante recorrido por temas relacionados a los derechos humanos, la lucha de los pueblos, las dictaduras militares y el rol de los medios de comunicación, entre otras valiosas anécdotas de su extensa trayectoria a favor de la paz a nivel mundial.
Al iniciar el encuentro el rector de la Atlántida Amado Zogbi dio la bienvenida y expresó mucha emoción y orgullo de poder contar con tan destacada presencia en la universidad. Por su parte, el director del Instituto de Estudios en Derechos Humanos, Alejo Ramos Padilla remarcó el trabajo que se viene realizando por mantener vigente la memoria, verdad y justicia en todos los espacios de la universidad y en estas actividades que acercan estos temas a las comunidades.
Al tomar la palabra Pérez Esquivel expresó: “Es un honor poder compartir estos momentos. Cuando me hablan del Premio Nobel lo primero que sentí fue un fuerte dolor de cabeza, primero porque no esperaba ningún premio, quien busca premios está perdiendo el tiempo. Y cuando me lo otorgaron no quise asumirlo a título personal, porque mi trabajo no es el trabajo de una persona, soy uno más en el continente latinoamericano. Hace más de 50 años estoy caminando por América Latina, por pueblos indígenas, campesinos, lugares muy marginales, favelas y ahí me he encontrado con gente maravillosa, fueron mis grandes maestros, entonces lo asumí en nombre de los pueblos de América Latina con quienes hemos compartido luchas y esperanzas pero nunca dejamos de sonreír a la vida, aun en los momento más difíciles”.
En conversación con Ana María Careaga, moderadora de la conferencia, expresó su opinión acerca de las democracias en América Latina: “Pude ver las barbaridades de aquellos que dicen defender la democracias, han destruido vidas, recursos, pueblos. Y los pueblos, nosotros, quedamos marginales. Los pueblos hoy en estas democracias votamos, delegamos todo el poder y después no podemos transformar nada. Es una tragedia. Todo este tiempo hay que repensar qué tipo de democracia queremos. Primero, la democracia no se regala, se construye y la democracia es derecho e igualdad para todos y todas. Por eso cuando hablo de derechos humanos hablo del derecho de los pueblos, no solo de los derechos humanos individuales, derechos humanos es derechos de los pueblos, como una integridad”.
Continuando con la charla, Pérez Esquivel relata cómo se planearon las dictaduras en América Latina: “Lo que ha pasado en América Latina, las muertes, la desaparición de personas, desastres de las economías para imponer un proyecto político, económico, de dominación, neutralizando los movimientos sociales, para eso impusieron las dictaduras. Pero esto no fue que los militares se volvieron locos, fue un plan perfectamente estructurado de las escuelas de las américas, en las academias militares de los EEUU y en la Escuela Superior de guerra de Brasil. Aquí no hubo casualidad en la locura de los militares, esto fue un plan siniestramente calculado. La política de desaparición de las personas se utilizó a sangre y fuego en todo el continente, con la complicidad no solo de las fuerzas armadas, sino de sectores civiles, empresarios y de algunas iglesias. Estados Unidos siempre consideró a América Latina su patio trasero, sigue considerándolo así, buscando todos los mecanismos de dominación”.
En un impactante relato, Pérez Esquivel recuerda cómo fue su secuestro durante la última dictadura cívico militar y cómo sobrevivió a los “Vuelos de la Muerte”: “En esa época salías de tu casa y no sabías si volvías. Estuve en el exilio, luego fui a Ecuador a trabajar con las comunidades indígenas. El 12 de agosto de 1976 fuimos a parar todos a la cárcel. Yo soy un sobreviviente de los Vuelos de la Muerte: después del Ecuador que nos apresaron y expulsaron, no teníamos lugar donde ir, regreso a la Argentina y ahí me aprehenden los primeros 32 días en la Superintendencia de Seguridad Federal. Me sacan de ahí el 5 de mayo de 1977, me encadenan y me llevan en coche por hora y media al aeródromo de San Justo. Me encadenan en un pequeño avión en el asiento de atrás, me pasan las cadenas por las piernas y no me querían decir a donde me trasladan. Era un silencio total. Estaba el oficial, 4 soldados con armamento, el piloto y el copiloto. El avión carretea en la pista y se dirige al Rio de La Plata. Como yo soy un bicho de agua y vengo de familia de pescadores conocía perfectamente al rio. El avión comenzó a dar vueltas y veo que en un momento el oficial agarra una caja y comienza a manipularla, estaba preparando la inyección. Yo sabía que a los prisioneros les daban una inyección y los tiraban de los aviones. Cuando el oficial comenzó a preparar eso, se le acerca el piloto y le dice: ´señor tengo orden de llevar al prisionero a la base aérea de Morón, a El Palomar´. Aterriza el avión, me dejan con custodia y ahí se decide que van a hacer conmigo. Luego me enteré que había muchas protestas internacionales y por eso no me tiran al Río de La Plata. Eso fue lo que salvó mi vida: la solidaridad internacional. Yo podría haber sido un desaparecido más”.
Avanzando con la charla, hizo una reflexión acerca de la explotación irracional de los recursos de la Madre Tierra, sobre la contaminación, la destrucción y el agua: “El agua es un bien de la humanidad, podemos no tener computadora, dinero, pero no hay ser viviente que pueda vivir sin agua. Es un bien cada vez más escaso, hay 32 países en el mundo que ya se han quedado sin agua. Es trágico esto, además la están contaminando. Cuál es el futuro de estos recursos cuando hablamos de derechos humanos, por eso digo que es una acción transformadora. Lo importante es transformar la realidad, qué hacemos frente a esto, frente a la contaminación de los ríos, a la deforestación. Todo esto tiene que ver con la vida de los pueblos. Por eso insisto, los pueblos tienen que dejar de ser observadores para ser protagonistas y constructores de su propia vida y su propia historia y de esta manera generar políticas hacia la Madre Tierra. Esto lo aprendemos de nuestros hermanos de los pueblos originarios. Esto es lo que el ser humano necesita, cuidar nuestros recursos naturales”.
Cerrando su conferencia abordó el tema del rol de los medios de comunicación en la batalla cultural: “El gran desafío es la palabra, con una palabra podemos amar y una palabra puede ser tan destructiva como un arma, las palabras y los medios se basan en eso. Los grandes medios hegemónicos de comunicación son parte del sistema. Por eso debemos comenzar a mirarnos adentro y no mirar afuera. Buscar conciencia crítica para poder transformar la realidad, valores, comenzar a rever muchas cosas que se nos imponen como pensamiento único, el monocultivo en las mentes, que nos meten lo tóxico de las propagandas que nos someten en todo. La rebelión es la educación como práctica de libertad. La educación no es solo el conocimiento, es la conciencia crítica de hombres y mujeres para la libertad. La memoria es fundamental, no hay pueblo sin memoria, no hay persona sin memoria y no para quedarse en el pasado, la memoria nos ilumina el presente, presente donde podemos construir nuevas formas de vida”.
Al finalizar el encuentro, el rector de la universidad volvió a agradecer a Pérez Esquivel por su participación: “No tengo más que palabras de agradecimiento, por este momento de reflexión que nos has brindado, estamos muy emocionados, somos una universidad joven que tiene apenas 30 años y que hace 10 años estamos abriendo este espacio de memoria, verdad y justicia, de defensa de los derechos humanos. Para nosotros es un broche de oro a estos 10 años poderte disfrutar, haciéndonos reflexionar. Este momento va a quedar para siempre en la historia y memoria de la universidad”.